No es que la gente no pueda expresarse. De hecho, no para de expresarse. Como esas malditas parejas en las que la mujer no puede distraerse o estar cansada sin que el hombre le diga: “¿Qué te pasa? Exprésate…”
Estamos anegados en palabras inútiles, en cantidades ingentes de palabras y de imágenes. La estupidez nunca es muda ni ciega. El problema no consiste en conseguir que la gente se exprese, sino en poner a su disposición vacuolas de soledad y de silencio a partir de las cuales podrían llegar a tener algo que decir. Las fuerzas represivas no impiden expresarse a nadie, al contrario, nos fuerzan a expresamos.
¡Qué tranquilidad supondría no tener nada que decir, tener derecho a no tener nada que decir, pues tal es la condición para que se configure algo raro o enrarecido que merezca la pena de ser dicho!
Lo desolador no son las interferencias, sino la inflación de proposiciones sin interés alguno.
Poincaré no decía de ciertas teorías matemáticas que fuesen falsas sino algo peor, decía que carecían de interés. No se trata de que algo sea falso, se trata simplemente de que sea estúpido o carezca de importancia. Las nociones de importancia, de necesidad, de interés, son infinitamente más decisivas que la noción de verdad.
Gilles Deleuze. Conversaciones, 1972-1990

Estas nociones de importancia, de necesidad, de interés, que supuestamente (Deleuze) son más decisivas que la noción de verdad, se pueden reducir todas a - la intensidad -  que funciona como la métrica de donde cada quien deduce (ajusta) su verdad. 

CARLOS FUENTES (POESIÁ) 


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